PITRUEJO GONÁZLEZ-MARTÍNEZ, MERCEDES JOSEFA
–Ricardo, no me lo creo aún –decía Mercedes a su marido con un entusiasmo que no podía ni quería ocultar–. Después de tanto tiempo trabajando para alcanzar la meta, lo hemos conseguido.
–Lo has conseguido, cariño –contestó complaciente–; lo has conseguido.
Fueron años duros para el país, donde la pérdida paulatina de derechos se había hecho demasiado patente incluso para aquellos que defendían modelos que sólo les beneficiaban a ellos. Pero había que apostar por algo nuevo, arriesgarse por salvar un país sumido en mil problemas internos al cual se le unían los ajenos de una Unión Europea que lejos de estar unida cada año que pasaba creía en desigualdad e injusticia. Habría que cambiar muchas cosas, y Mercedes sabía que iba a ser un instrumento al que quemarían para que otra u otro hiciera resurgir de sus cenizas el maltrecho país en el que vivían, pero no le importaba. Sabía que los ciudadanos le habían dado la oportunidad de hacer algo grande y estaba dispuesta a hacerlo aunque tuviera que dejar luego la política.
Era 9 de Marzo, justo unos días antes de que diese el pistoletazo de salida a las fallas en Valencia y las elecciones habían sido duras: una larga carrera que comenzaba meses atrás con ataques, acusaciones y bastante odio en general. Aquel domingo sería recordado por muchos, pero especialmente para la familia Alonso Pitruejo. Los actos de campaña había desbaratado la convivencia familiar y se hacía complicado atender a tres hijas menores en edades donde más lo necesitaban, pero tanto la futura presidenta como el cónyuge de ésta entendieron que había que sacrificar unos meses de sus jóvenes vidas por el bien del conjunto de la sociedad. No era de extrañar que, una vez conocido el, por otra parte, ajustado resultado, lo primero que hicieran Mercedes y Ricardo fuese atender a sus pequeñas, postergando la salida ante los medios en generla y sus votantes en aprticular.
–¡Enhorabuena, mamá! –dijo Laura, la mayor de sus hijas, mientras la abrazaba.
–Esto ha sido posible gracias a vuestra comprensión –respondió Mercedes intentando contener unas lágrimas que ya resbalaban por su rostro.
Inmediatamente, las gemelas se abrazaron igualmente a su madre y a su hermana, la cual seguía junto a ella, y seguidamente Ricardo, como era habitual, intentó abrazar a todas a la vez en un gesto más de protección que el que pretendía realizar.
Era la hora. La futura presidenta se estaba haciendo de rogar y había que atender a los medios sin mayores dilaciones que las necesarias. Por tanto, tras tener que romper el abrazo familiar y mirar a sus hijas a los ojos con una amplia sonrisa, Mercedes salió a un casi improvisado escenario a saludar, dar las gracias e intentar dar una visión de lo acontecido en la jornada electora.
Salió saludando con entereza, mostrándose segura, sonriente y satisfecha por el buen trabajo realizado, se acercó a los micrófonos y, tras tener que pedir un poco de silencio, ya que la gente gritaba con entusiasmo “¡Presidenta, Presidenta!”, comenzó a hablar.
–Hoy, gracias a todos vosotros, podemos decir que ¡Hemos ganado las elecciones!
Una gran ovación se escuchó en la plaza y los alrededores. Cientos de personas se habían animado a acercarse al lugar para celebrar algo histórico y las palabras Mercedes sonaban como envueltas en un halo de esperanza que entusiasmaba a los ciudadanos presentes. Ella sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo; aún no se lo creía.
–Han sido unas elecciones difíciles –continuó–, pero el esfuerzo ha valido la pena. Desde ya mismo, mi equipo de gobierno y yo nos pondremos a trabajar para intentar enmendar, en la medida de lo posible, lo que nuestros predecesores le han hecho a nuestro país, a nuestros compatriotas, a nuestra cultura y nuestras tradiciones. Trabajaremos para recuperar los valores democráticos que se perdieron… ¡No!, que vendieron por el camino unas personas a los que no les importamos nada…
Mercedes fue interrumpida por los ciudadanos y votantes de su partido en clara señal de aprobación respecto a lo que decía.
–No les importamos nada porque sólo piensan en ellos mismos –continuó–. Eso, a partir de ahora, va a cambiar. ¡Vamos a cambiar muchas cosas! ¡Vamos a recuperar nuestra identidad, nuestra sociedad, nuestros valores, nuestros derechos y nuestras libertades! ¡Lo vamos a hacer por todos y cada uno de los habitantes de este país sin distinción alguna! ¡Sí, porque ellos también son españoles! ¡Vamos a gobernar para que todos equitativamente! ¡Para que nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros padres y abuelos tengan una vida digna y un futuro esperanzador!
»¡Disfrutemos el momento, porque mañana tocará pelear! Muchas gracias a todos.
De nuevo, todos los presente comenzaron a vitorear a Mercedes, a llamarla Presidenta con tanta fuerza que lograron que se le saltasen las lágrimas mientras se abrazaba efusivamente con su marido delante de ellos.
Habían ganado las elecciones; tocaba hacer historia.